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Imagen de Kotryna Zukauskaite

En una pandemia, la preparación depende de la prevención

Las enfermedades infecciosas no conocen fronteras. Así lo afirma el primer Índice de Seguridad Sanitaria Mundial (GHS), una evaluación comparativa de la seguridad sanitaria y las capacidades relacionadas en 195 países, publicada en octubre de 2019. El Índice GHS arrojó resultados alarmantes: al medir las capacidades de los países para prevenir, detectar y responder a las amenazas de enfermedades infecciosas, la puntuación media mundial fue de apenas 40,2 sobre 100. La falta de preparación se extendió también a todos los niveles de ingresos; entre los 60 países de ingresos altos evaluados, la puntuación ascendió a sólo 51,9.

Los riesgos inherentes a sucesos biológicos con grandes consecuencias y catastrofes a nivel mundial se han visto recientemente "magnificados por un mundo rápidamente cambiante e interconectado; la creciente inestabilidad política; la urbanización; el cambio climático; y los rápidos avances tecnológicos que facilitan, abaratan y agilizan la creación y el diseño de agentes patógenos", señala el Índice SGA.

Según este informe, "la seguridad sanitaria nacional es báscamente débil en todo el mundo. Ningún país está totalmente preparado para las epidemias o pandemias, y todos los países tienen importantes carencias que resolver".

El Índice GHS también calificó a los países de manera individual en función de seis factores: prevención de la aparición o liberación de patógenos; detección y notificación tempranas de epidemias con posible interés internacional; respuesta rápida y mitigación de la propagación de una epidemia; sistema sanitario suficiente y robusto para tratar a los enfermos y proteger a los trabajadores sanitarios; compromisos para mejorar la capacidad nacional, la financiación y la adhesión a las normas; y entorno de riesgo general y vulnerabilidad del país a las amenazas biológicas.

Según estos parámetros, los países más preparados en general son Estados Unidos, el Reino Unido, los Países Bajos, Australia, Canadá y Tailandia.

El informe concluyó que los países no están preparados para un acontecimiento biológico catastrófico a nivel mundial, incluidos los causados intencionadamente; el 92% de los 195 países evaluados no muestran evidencias de exigir controles de seguridad al personal con acceso a materiales biológicos peligrosos o toxinas.

Menos del 5% muestra la necesidad de poner a prueba los centros de operaciones de emergencia al menos una vez al año, y el 85 por ciento de los países evaluados no muestran evidencia de haber completado un ejercicio de simulación del Reglamento Sanitario Internacional sobre amenazas biológicas con la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el último año.

"Más de la mitad de los países se enfrentan a importantes riesgos políticos y de seguridad que podrían socavar la capacidad nacional para contrarrestar las amenazas biológicas", según el Índice SGA.

Menos del 7% de los países obtuvieron la máxima puntuación en cuanto a la capacidad de prevenir la aparición o liberación de agentes patógenos y sólo el 19% recibió la máxima puntuación en cuanto a la detección y notificación. Menos del 5% de los países se situaron en el nivel más alto en cuanto a la capacidad de responder rápidamente y mitigar la propagación de una epidemia.

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El Índice del SGA ofrecía 33 recomendaciones, entre ellas que "los líderes sanitarios, de seguridad y humanitarios, nacionales e internacionales, mejoren la coordinación entre sectores, incluyendo los vínculos operativos entre las autoridades de seguridad y de salud pública, en respuesta a eventos biológicos de alto impacto, ataques deliberados y eventos que ocurran en entornos inseguros".

El Índice también recomendaba reforzar los canales de intercambio de información entre los profesionales de veterinaria, fauna salvaje y salud pública, así como con los responsables políticos. Teniendo en cuenta que el contacto directo con los animales puede ser un factor de riesgo para muchas enfermedades graves, como el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS), este nivel de comunicación es esencial, especialmente para los virus nuevos. A finales de 2019 y principios de 2020, las autoridades chinas relacionaron la aparición de una nueva cepa de neumonía desencadenada por un coronavirus con un mercado de marisco y animales vivos en Wuhan, en el centro de China.

La OMS publicó un comunicado a principios de enero de 2020 en el que elogiaba la rápida respuesta de China. "China tiene fuertes capacidades y recursos de salud pública para responder y gestionar los brotes de enfermedades respiratorias. Además de tratar a los pacientes en atención y aislar nuevos casos a medida que se puedan identificar, los funcionarios de salud pública siguen centrados en el rastreo continuo de los contactos, la realización de evaluaciones ambientales en el mercado de mariscos y las investigaciones para identificar el patógeno que causa el brote."

Los países y regiones cercanos aumentaron rápidamente los controles a los viajeros y publicaron material educativo tras el anuncio del nuevo virus, Hong Kong publicó un completo plan de preparación y respuesta para hacer frente al posible efecto de un nuevo brote de enfermedad infecciosa en la salud pública. Hasta el 14 de enero se habían registrado más de 40 casos del virus, y una persona murió.

Además de los efectos de un brote en las naciones y su población en general, la naturaleza cada vez más global e interconectada de las empresas puede verse muy afectada y a diferencia de lo que ocurre con las catástrofes naturales como los huracanes, muchas organizaciones hacen poco para prepararse, afirma Jerome Hauer, asesor principal de la empresa de asesoramiento a directivos Teneo.

Hauer fue anteriormente comisionado de la División de Servicios de Seguridad Nacional del Estado de Nueva York y secretario adjunto en funciones de la Oficina de Preparación de Emergencias de Salud Pública del Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos.

"Cuando se trata de planificar la continuidad, las empresas piensan en incendios, inundaciones e interrupciones informáticas, pero no tienen en cuenta la gripe", afirma Hauer.

La naturaleza de los contagios

Aunque la gripe no sea algo que recordemos inmediatamente cuando reflexionamos sobre las pandemias, considere que la gripe española de 1918 infectó a unos 500 millones de personas en todo el mundo y mató a entre 20 y 50 millones.

En la temporada de gripe 2019-2020, 4.800 personas han muerto y 87.000 han sido hospitalizadas en Estados Unidos debido a la gripe, según los datos preliminares publicados a principios de enero por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC). En total, los CDC estiman que 9,7 millones de personas habían contraído la gripe en lo que va de temporada. En la temporada 2017-2018, los CDC calculan que 61.000 personas murieron en Estados Unidos a causa de la gripe, sobre todo entre los mayores de 65 años.

La gripe es muy contagiosa y las cepas cambian con frecuencia, por lo que encontrar la vacuna adecuada es una apuesta. Según una encuesta realizada en 2019 por la Fundación Nacional de Enfermedades Infecciosas, solo la mitad de los estadounidenses informaron de que tenían previsto vacunarse contra la gripe. Mientras que algunas empresas proporcionan o recomiendan las vacunas contra la gripe, muchas no hacen nada para prevenir un brote de gripe en el lugar de trabajo o mitigar el impacto potencial en la productividad, señala Hauer. La naturaleza de un brote de la enfermedad significa que un empleado que acude al trabajo enfermo podría infectar a docenas de otros empleados, desencadenando potencialmente un efecto dominó en la plantilla, añade.

La capacidad de respuesta de la empresa depende en gran medida de la planificación y ningún plan se adapta a todos los posibles brotes, afirma Hauer. La naturaleza de la enfermedad en cuestión -si se propaga por un vector como los mosquitos o a través del contacto estrecho con personas infectadas- cambiará la respuesta que se necesita.

En el caso de una enfermedad propagada por mosquitos, las organizaciones pueden actuar drenando cualquier foco de infección generado en el agua estancada de la zona que pueda reproducir y multiplicar más insectos, los cuales propaguen la enfermedad, educando así a los trabajadores sobre los repelentes a usar y los primeros síntomas a observar, así como  utilizando una buena ventilación para mantener a salvo las oficinas y los edificios.

Una enfermedad transmitida por el aire, como el sarampión o la gripe, requerirá una respuesta diferente, señala Hauer, incluyendo el abastecimiento de respiradores, permitiendo el trabajo a distancia cuando sea posible (especialmente porque el transporte público puede estar cerrado durante una epidemia), y cambiando las campañas de educación para centrarse en la higiene de manos y evitar el contacto cercano o los espacios reducidos con otras personas que puedan estar infectadas.

Las organizaciones pueden pedir a los empleados que se queden en casa si ellos o sus familiares están enfermos y exigirles que esperen un determinado periodo de tiempo antes de volver al trabajo. Las políticas de permisos laborales también son estrategias útiles durante un brote: asegurar a los empleados que no sufrirán un golpe económico por quedarse en casa cuando estén contagiados puede disuadirlos de intentar aguantar durante la jornada laboral, pudiendo infectar a otros durante el proceso, dice Hauer.

Sin embargo, durante un brote grave y generalizado, Hauer advierte que incluso las buenas prácticas pueden no ser suficientes para mantener la empresa abierta y en funcionamiento. La naturaleza geográfica de las epidemias hace que sea probable que los trabajadores temporales contratados tampoco estén disponibles o no quieran trabajar, y puede ser mejor tener una sede de apoyo en una región diferente donde una organización pueda trasladar la carga de trabajo de una oficina afectada, manifiesta.

Pero dada la naturaleza de los viajes hoy en día, cualquier pandemia se moverá más rápidamente que nunca por todo el mundo, y una vez que la enfermedad es internacional, es mucho más difícil de controlar, dice Hauer.

Los países que están preparados para una respuesta rápida están en condiciones de proteger mejor a los ciudadanos y a las empresas, incluso cuando un brote se intensifica.

En la epidemia del virus del Ébola de 2013 a 2016 en África Occidental, por ejemplo, los funcionarios nigerianos fueron testigos del efecto devastador que tuvo la enfermedad en los países cercanos y tomaron medidas. Cuando se notificó el primer caso indiciado de ébola en Nigeria en el verano de 2014, el gobierno estaba preparado.

La preparación, a prueba

El ébola es un virus muy contagioso que puede transmitirse por contacto directo con un animal infectado o con una persona enferma o muerta infectada por el virus. Cuando las personas se infectan, no desarrollan inmediatamente signos o síntomas de la enfermedad, lo que significa que no son contagiosas. Una vez que empiezan a mostrar los síntomas iniciales, como fiebre, dolores, debilidad y fatiga, es cuando son contagiosas, según los CDC.

Diagnosticar el virus rápidamente después de la infección puede ser difícil porque estos primeros síntomas no son específicos del ébola y pueden confundirse con síntomas de enfermedades más comunes, como la malaria o la fiebre tifoidea.

Este retraso en la identificación de la enfermedad puede permitir la propagación del ébola. En Guinea, Liberia y Sierra Leona, la epidemia de ébola en África Occidental se cobró 11.308 vidas.

"...la identificación de los casos fue difícil debido a la escasa vigilancia y a la frágil infraestructura de salud pública", según los CDC. "Las escasas medidas de control de la infección y la tensión de los sistemas sanitarios también contribuyeron a la confusión de este brote".

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El Índice GHS destacó que…  "Fue necesaria una ayuda mundial masiva para detener el brote debido a la insuficiente capacidad nacional de Guinea, Liberia y Sierra Leona para detectar y responder rápidamente a la epidemia.... Los tres países afectados perdieron 2.800 millones de dólares de PIB combinados, y una respuesta mundial masiva sumó miles de millones de dólares antes de que el brote fuera contenido".

Por el contrario, un informe de la OMS reveló que el gobierno nigeriano asignó y repartió generosa y rápidamente fondos para hacer frente a la enfermedad.

El dinero se utilizó para construir instalaciones de aislamiento y centros de tratamiento del ébola, para llevar a cabo campañas de información casa por casa, y para crear mensajes de radio en los dialectos locales con el fin de calmar los miedos de la sociedad.

El Índice del SGA determinó que la mayoría de los países carecen de las capacidades básicas del sistema sanitario necesarias para la respuesta a las epidemias y pandemias. Casi el 90% de los países no demuestran tener un sistema para aplicar contramedidas médicas durante una emergencia. Sólo el 3% de los países mostraron un compromiso público de dar prioridad a los servicios sanitarios para los trabajadores que enferman como consecuencia de su participación ante la respuesta de salud pública.

El Informe concluyó que los responsables de la toma de decisiones sólo se ocupan esporádicamente en la seguridad sanitaria. "La voluntad política para acelerar la seguridad sanitaria está atrapada en un ciclo perpetuo de pánico y negligencia", afirmaba el informe.

Las autoridades nigerianas tomaron medidas rápidas para responder a la posible crisis en 2014, y la OMS describió la respuesta nigeriana al ébola como una "historia de éxito espectacular" porque el país mantuvo el número de casos en solo 19, con siete muertes.

La Dra. Isabelle Nuttall, directora de capacidades globales, alerta y respuesta, de la OMS, dijo que "los brotes de ébola y la respuesta en Nigeria y Senegal mostraron al mundo que la enfermedad puede ser detenida si un país está adecuadamente preparado desde el principio. La OMS está trabajando ahora con todos los países en riesgo para ayudarles a cumplir las mismas normas de prevención".

Las empresas internacionales que operan en Nigeria también tuvieron que responder rápidamente a la crisis, según Troy Kirby, CPP, PSP, que en ese momento trabajaba como asesor de seguridad global en la región para una importante empresa internacional de petróleo y gas.

Después de que se anunciara el segundo caso de ébola en Nigeria, la organización intensificó rápidamente su respuesta, pasando de una mayor concienciación a un modo de gestión de incidentes a gran escala, lo que hizo que la seguridad asumiera un papel más amplio en la protección de la plantilla.

El papel de la seguridad

Kirby y el equipo de seguridad en general ofrecieron un apoyo de valor añadido en la respuesta al incidente, con el fin de ayudar a mitigar las amenazas relacionadas con el Ébola y garantizar la continuidad del negocio, incluyendo la seguridad del personal, la identificación más rápida de las amenazas y la gestión de los viajes.

"Los éxitos debían ser sencillos, adecuados y oportunos", afirma Kirby.

Seguridad del personal. El equipo de seguridad regional de Kirby se encargó de detectar a las personas con fiebre y asegurarse de que no entraran en las instalaciones de la empresa. El equipo también ayudó a los empleados a recibir apoyo y acceder a la información correcta sobre dónde recibir asistencia médica.

"Al haber vivido en África durante varios años, me parecía algo habitual que la gente aceptara acudir al lugar de trabajo con ataques de fiebre baja asociados a la malaria u otros problemas", dice Kirby. "Sin embargo, durante el brote de ébola, este tipo de actividad supuso un problema de seguridad de los trabajadores, dada la naturaleza altamente contagiosa del virus. Un empleado en el lugar de trabajo con fiebre podría estar infectado de ébola y necesitar atención médica adicional inmediata."

Con varios miles de empleados y múltiples instalaciones en tierra y en el mar que gestionar, se trataba de una tarea monumental que había que abordar rápidamente. Para empezar, había que dotar a los controladores de accesos de herramientas para evaluar la temperatura de los empleados cuando llegaban al trabajo y formarlos sobre cómo responder. Las instalaciones contaban con termómetros digitales, pero no eran suficientes para cubrir todos los puntos de acceso. La empresa necesitaba cientos más, lo cual era un problema ya que había muy pocos disponibles a nivel local.

Kirby y su equipo trabajaron con la oficina corporativa de la empresa en Estados Unidos para organizar que cualquier persona que viajara a Nigeria o a la región en los próximos días llevara en su equipaje termómetros especializados de mano y sin contacto. Una vez que llegó una reserva de termómetros, Kirby se puso a trabajar en la distribución y la formación.

Para evitar problemas de comprensión por parte de los guardias de seguridad -que tenían distintos niveles de educación y alfabetización- Kirby y su equipo crearon vídeos de formación rápida en sus teléfonos inteligentes sobre los aspectos básicos del funcionamiento de los termómetros. Los tutoriales explicaban cómo poner una pila, encender el dispositivo, utilizarlo y qué hacer si la temperatura de un empleado era de 38 grados Celsius (100,4 grados Fahrenheit) o superior. Los vídeos podrían descargarse y reproducirse en cada turno, complementados con folletos en papel.

"La simplicidad es importante", dice Kirby. "El tiempo era esencial.... No podíamos permitirnos el lujo de hacer un vídeo estándar y de producción. Teníamos que formar a 1.000 personas o más en un par de días. No era posible contratar a un formador para que visitara cada lugar, así que se convirtió en un entorno de "formación de formadores", y luego utilizamos un refuerzo constante del mensaje y controles de calidad de seguimiento para asegurarnos de que todo el mundo lo comprendía."

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Se colocaron guardias para controlar los accesos en cada entrada y comprobaron las temperaturas, de igual modo vigilaron los signos de infección. Tomar la temperatura a los empleados fue más complicado de lo que parecía: dado que el brote se produjo en pleno verano, los empleados acudían al trabajo acalorados. Se habilitaron zonas de sombra y refrigeración para ayudar a bajar la temperatura de los trabajadores lo suficiente como para reducir los falsos positivos y detectar con precisión la fiebre.

Los puestos de control en los accesos sirvieron como medida preventiva para salvaguardar a los trabajadores y las instalaciones, a la vez que proporcionaban ayuda a los que la necesitaban, dice Kirby. En los puestos de control se ofrecía información y asistencia médica.

Posteriormente se instalaron cámaras térmicas en los principales puntos de entrada de peatones para medir y hacer sonar una alarma si la temperatura corporal de una persona superaba el umbral. La seguridad también supervisó el lavado de manos en los principales puntos de entrada, lo que sirvió como una oportunidad adicional de prevención, añade Kirby.

Los suministros básicos, la educación y la formación son esenciales para la respuesta a las epidemias, pero la mayoría de los países carecen de las capacidades básicas de los sistemas de salud para dar respuesta ante las epidemias y pandemias, según el Índice del SGA, con 131 de 195 países situados en el nivel inferior. Sólo el 11% de los países mostraron planes para dispensar contramedidas médicas durante las emergencias sanitarias. El Índice recomendó a los responsables "tomar medidas para crear y mantener una consolidada plantilla de personal sanitario y de salud pública que desempeñe un papel importante ante las crisis biológicas".

La propia cultura de la región también supuso un reto a la hora de mitigar la propagación del ébola. Según Brian Mair, que fue director regional de seguridad en otra empresa de petróleo y gas que operaba en Nigeria, abordar los factores culturales fue una oportunidad educativa.

África Occidental tiene una cultura basada en el contacto, dice, con frecuentes apretones de manos, toques y abrazos. Durante un brote, estos toques casuales conllevan el riesgo de propagar el virus, por lo que se educó a los empleados sobre los riesgos que conlleva y las recomendaciones de higiene.

Inteligencia. El segundo área de oportunidad inesperada para el equipo de Kirby fue el apoyo a los responsables de la toma de decisiones de alto nivel con una nueva herramienta de información orientada a la seguridad creada durante el brote de ébola.

"Tras unas cuantas reuniones iniciales del equipo de respuesta ante incidentes y una cantidad abrumadora de información bruta entrante, vi la oportunidad de analizar mejor y destilar los flujos de información en unas pocas páginas con la apariencia de un informe de estilo tripwire", dice Kirby. "Ya estaba utilizando este enfoque en otros lugares para generar inteligencia práctica en relación con las milicias y los incidentes graves y vi la oportunidad de aplicarlo a los datos relacionados con esta respuesta...".

La herramienta cotejaba datos de los CDC y de los boletines informativos periódicos de la OMS sobre el número de casos, los indicadores clave y la progresión de la enfermedad en Nigeria y las regiones circundantes. Abordaba cualquier vínculo o efecto potencial en los principales entornos de trabajo de la empresa, como los buques cisterna, las terminales petroleras o los edificios de oficinas.

El informe, de una o dos páginas, incluía también parámetros clave como el número de personal, los cierres de fronteras o los problemas de tránsito, el apoyo externo del gobierno y los mensajes diplomáticos que podrían anunciar un cambio político. Esta información permitía a los responsables de la empresa tomar decisiones más acertadas sin necesidad de escudriñar montañas de datos. Por ejemplo, dice Kirby, si las métricas indicaban que los viajes aéreos iban a ser limitados o cerrados pronto, el personal no esencial o las familias de los empleados podían ser enviados a casa de forma anticipada.

Las empresas internacionales de la región también colaboraron durante todo este tiempo. "Cuando la crisis llegó, iba a afectar a más de una empresa", dice Mair. "La gente se dio cuenta rápidamente del valor de trabajar en equipo. La difusión de información fue muy clara y fluida".

En concreto, las empresas compartían sus prácticas sobre cómo tratar a un empleado que hubiera viajado recientemente a una región afectada por el ébola, así como qué herramientas se estaban utilizando y qué equipos o materiales se estaban repartiendo por el gobierno nigeriano para ayudar en la crisis.

El estudio GHS descubrió que la mayoría de los países no han asignado fondos de los presupuestos nacionales para cubrir las carencias identificadas en materia de preparación para epidemias u otras crisis de seguridad sanitaria, y que los factores de riesgo político y de seguridad dificultan el apoyo y las donaciones. El Índice recomendó que se elaboraran planes para ayudar a los países con entornos de riesgo complicados y para reforzar la preparación en los países limítrofes con los de mayor peligro.

Las empresas que operaban en África Occidental durante la crisis del ébola de 2014 sentían la obligación moral de ayudar, dice Mair, y compartieron información para eliminar la duplicación de donaciones y esfuerzos.

"Los más pobres de entre los pobres suelen sufrir en estas situaciones y estábamos muy ilusionados por ayudar", añade.

Preparación. La tercera gran área de apoyo que prestó el equipo de Kirby durante la crisis fue utilizar las vías de comunicación de confianza existentes en los consulados para garantizar una clara comprensión de las alternativas de apoyo para la repatriación de los ciudadanos en caso de que la crisis se intensificara o si un ciudadano se infectara.

Colaboró con RRHH para determinar el país de origen de los trabajadores expatriados en Nigeria y después comenzó a organizar los planes de repatriación.

"Esta información sobre las opciones de apoyo diplomático previstas y reales permitió a nuestros equipos de emergencia planificar la mejor manera de gestionar cualquier posible infección", afirma Kirby.

Tanto Kirby como Mair atribuyen la fluidez de la escalada de esta intervención al alto nivel de preparación de los equipos de emergencia, tanto corporativos como locales. Dado que Nigeria se encuentra en un entorno de amenazas tan cambiantes, los equipos están acostumbrados a colaborar entre sí y están familiarizados con el desarrollo de múltiples respuestas rápidas al mismo tiempo, afirma Mair. Los ejercicios y las reuniones de planificación previos también ayudaron.

"Asegúrese de que se analizan todas las situaciones", dice Mair.

Los ejercicios y la planificación de la respuesta deben extenderse también al ámbito nacional e internacional. Sin embargo, según el Índice GHS, hay pocas pruebas de que la mayoría de los países hayan puesto a prueba importantes capacidades de seguridad sanitaria. El informe recomienda que los países pongan a prueba sus protocolos de seguridad sanitaria y publiquen los resultados obtenidos al menos una vez al año. "Al publicar las actualizaciones posteriores, los países pueden demostrar de forma clara que sus capacidades de respuesta funcionarán ante una crisis y pueden identificar áreas de mejora", decía el Estudio.

El informe también recomienda que las autoridades sanitarias nacionales desarrollen estrategias de prevención y respuesta específicas para epidemias y pandemias como parte de los esfuerzos rutinarios de planificación de desastres y seguridad nacional.

Las epidemias son eventos de baja probabilidad, pero tienen un gran impacto, dice Hauer. Especialmente para las pequeñas y medianas empresas, la recuperación después de que una epidemia afecte a toda la plantilla es todo un reto.

"Las organizaciones que prevén y analizan su posible respuesta, tienen más posibilidades de sobrevivir a una epidemia", añade.

 

Claire Meyer es redactora jefe de Security Management. Conéctese con ella en LinkedIn o en [email protected].

David Crevillén es el CEO de decysyon© a nivel mundial, especialista en seguridad corporativa y continuidad de negocio. Así mismo es Voluntario en ASIS Internacional por el capítulo 143, España. Conéctese con el en LinkedIn o en [email protected].

This article is available in English here

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